lunes, 30 de mayo de 2011

El dilema de los "furanchos".

Buenos días amigos.

Hoy vengo a presentaros, para los que la desconozcáis, una institución bastante curiosa que está cada vez más extendida en el rural gallego: el furancho o loureiro.
Los furanchos o loureiros son establecimientos  rurales "pseudohosteleros", por llamarlos de alguna manera,  sitos en casas particulares, generalmente rústicas y en ocasiones bastante pintorescas, a los que se les concede una licencia administrativa para vender y servir el excedente de vino de producción propia que, de otra forma, difícilmente podrían colocar. Es, pues, una solución para los diminutos viticultores, abundantes como hormigas, que cuajan las aldeas y pueblos de Galicia.

Es más, como quiera que esos pequeños propietarios, sacando partido de sus minifundios, no centran su actividad exclusivamente en los cultivos de viña, las licencias se extienden a otros productos de huerta como tomates, lechugas, cebollas, patatas, pimientos, grelos, etc. A veces nos encontramos, incluso, con productos de matanza y, por supuesto, maravillosos huevos de corral ideales para elaborar exquisitas tortillas de patata.

Con estos mimbres, el resultado es, en ocasiones, espectacular, ya que por precios fantásticos el cliente puede degustar productos de una calidad y autenticidad muy superior a aquellos a los que, en su vida cotidiana, urbanita y desvirtuada, puede tener acceso.
 En otras ocasiones, sin embargo, y sobre todo en lo que al vino se refiere, no podríamos establecer una regla general de calidad. Hay de todo: a veces muy bueno y a veces muy malo.

Ahora bien, en esta vida hay cosas que son impagables, como estar en medio de un paraje extraordinario, metido en una casa antigua de piedra, al amor de una buena lareira o chimenea de brasas candentes donde crepitan los chorizos sobre una parrilla. Es más, en muchos sitios se puede pedir, cosa no muy legal que se diga, hasta marisco, pulpo, calamares...

El caso es que se trata de una forma nada convencional de disfrutar, integrándose en el paisaje y en el paisanaje, sumergiéndose en la autenticidad de una tierra, y, desde luego, dándose un gustazo para el cuerpo por poco dinero.
Os aconsejo que viváis esta experiencia única.